18 agosto, 2009

Un cuaderno naranja

Me da mucha rabia tener un brote de inspiración cuando no tengo nada en donde escribir. Según me llega esa inspiración y noto que es buena, también planea sobre mi cabeza la certeza de que se me va a olvidar. Es algo que me pasa mucho y más ultimamente.
Esta semana estoy inspirada, muy inspirada. Se me ocurren muchos cuentos maravillosos y las ideas salen a borbotones de mi cabeza, pero suelen aparecer mientras conduzco o cuando estoy en el trabajo... y eso significa que no tengo papel donde apuntar o que me resulta literalmente imposible hacerlo. Así que siento como todas esas historias se desperdician y se pierden para siempre.
Hoy he intentado repetir muchas veces en mi cabeza la idea central de esa historia que apareció de improviso, y durante un par de horas he sido capaz de memorizarla, pero luego... se esfumó. No se en que instante dejé de recordarla. Se que en un momento dado de la mañana quise repetirla mentalmente y ya no estaba. Tan solo me quedó el nombre del protagonista, que se ha quedado muy solito sin el resto del argumento. Y claro buscarle una historia nueva ahora es como buscarle un sustituto a su vida recién creada. Nada me parece bueno para el.
Y lo peor es que le veo claramente en mi mente, triste y solo, sin una vida que vivir, con los codos apoyados en las rodillas, mirándome de reojo y aconsejándome que me compre un cuadernito. Y creo que se lo debo. Mañana me comprare uno, de color naranja como su pelo. Porque al menos me acuerdo de que tiene el pelo naranja y alborotado, y que sus vivarachos ojos grises tienen un brillo mágico muy divertido. Algo es algo.
Y a lo mejor mañana cuando esté por ahí y llegue una buena idea, y por fin tenga un bonito cuaderno color naranja donde escribir... entonces a lo mejor me falla el boli, como si lo viera. Y mi pobre muchacho de pelo naranja me volverá a mirar de reojo y me dirá al oído: "lo sabia..."

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